Sin tu elixir de luciernagas azul
en el que nadan moribundas las encías
me enrosco en el morir de tu abedul
donde al quemar las saras renacías
quema este canto de hienas
con el ronquido de tus despertares
y al quedarte desnuda en el armario
adormece el cincel entre tus piernas
con esas sonrisas pobladas de pesares
Alvaro Conchas
lunes, 7 de septiembre de 2009
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